jueves, 14 de junio de 2012

FEB 2012 CELIBATO OPCIONAL




E
  STAS REFLEXIONES SON EL RESULTADO OBTENIDO POR UN GRUPO DE SACERDOTES CATÓLICOS CASADOS, DESPUÉS DE HABER ASISTIDO A UNA ASAMBLEA  EN LA QUE COMPARTIERON Y ESCUCHARON LAS OPINIONES EXPRESADAS POR CATÓLICOS LAICOS, HOMBRES Y MUJERES, QUE COINCIDEN CON ELLOS EN LA SUPERACIÓN DE UN CELIBATO OPCIONAL Y PORQUE SE LUCHE POR UNA “RENOVACIÓN” QUE LLAMAN: “NUEVO ROSTRO DE LA IGLESIA”

CELIBATO OPCIONAL
     Grupo de sacerdotes casados.
El celibato es indudablemente algo que pertenece al ser humano. Sin embargo en la Iglesia Católica Apostólica Romana, se ha tomado como una ley eclesial.  Esto ha causado en muchos sacerdotes una reivindicación, es decir en cierta forma reclamar  o pedir que se devuelva a todos el derecho de manejar su vida. Se comprende que ese cambio traería a la Iglesia muchos cambios que no desea y que pudiera decirse que perdía algunos de sus derechos.

Vemos que es excesivo, injusto e infructuoso, el sufrimiento de tanto cura y compañera, lanzado a una vida rota, afectiva o mental. Son sangrantes   las injusticias que todo  esto origina: discriminación, degradación, expulsión, reducción, y no de acuerdo al Evangelio; como se enseña en seminarios la marginación, apoyados y justificados por una ley como es el celibato.

Somos conscientes de que luchar por este movimiento implica que la supresión de esa ley eclesial les causa algo mucho más a fondo. Sin embargo reivindicar puede solucionar muchos problemas humanos angustiosos. Queremos aclarar qué nos significa el Clericalismo, algo que nos afecta a todos.

CLERICALISMO es poseer, vivir o padecer una panorámica de la Iglesia como un campo seleccionado y seccionado en partes; es el poder de separar a quienes desean, sin importar los problemas que causen, ya que desde su punto de vista no valen la pena. Es como aceptar que una de esas personas que  ocupan un puesto tiene todas las garantías: son los que saben, deciden, los técnicos, los cercanos a Dios. Como todos los liderazgos abusivos también se padece con  el poder que oprime cuando se les impone a los de dentro;  le damos fuerza en la medida que lo aceptamos.

   La primera consecuencia  de esta forma de separar a los sacerdotes de los demás es alejar o dividir al Pueblo de Dios, es el surgimiento de una división. Esto pide anular ese campo que impide una vida de los curas, su trabajo, su política, su afectividad porque de seguir esa separación, el poder que lo realiza presenta una aureola de que eso  es un carácter sagrado. Son muchas las leyes solapadas que a través de la historia se las impone con un “por la gracia de Dios”. Si aceptamos que sean los dueños  de la responsabilidad, las decisiones y derechos de los demás,  se necesita que los veamos diferentes al Pueblo, así no sienten que obren mal en su conciencia y los convertimos en personajes.

La segunda consecuencia es la otra cara de la moneda: el pueblo llano padece una crónica minoría de edad, siempre niños, con todas las cosas que se siguen impuestas injustamente.  Los que viven dentro del campo son otros seres especiales, capacitados para hablar y opinar de Dios. El laico normal queda reducido a ser un ejecutor sumiso… a no ser que prefiera dejar de ser normal y acceder al poder sagrado.

Lógica y consecuentemente en tercer lugar, la vida de la Iglesia se queda marcada por las personas que han aceptado la carga de la castidad y no tener una vida normal. La moral, la teología, la política.. etc. llevan el sello de personas que no viven, sino que piensan la vida normal desde campos incontaminados.

Mal parada queda con esa situación la figura de Jesús que quiso ser laico, que no perteneció al grupo sacerdotal, para así romper con una religión de separados. En no mejores condiciones queda el Dios bíblico que contagia una forma de vida secular que invita a lo bueno  pero desde la vida, que entra a la historia a través de la “encarnación” para romper todas las servidumbres del hombre. Dios deja de ser el Todopresente, adorable en espíritu  y en verdad, para  ser combatido por aquellos sacerdotes de  Jerusalén y custodiado por los expertos.

Cuando reivindicamos una ley que apreciamos injusta, pensamos que debemos atacar sus raíces tratando de deshacer todo clericalismo. De no hacer así nos quedamos en algo como una anécdota aunque esto amargue la vida de tantas personas. Ese ataque decidido y frontal debe surgir  porque somos gente de Iglesia.

No se trata por lo tanto de reivindicar un derecho humano para quitar el derecho a ese campo seleccionado y privilegiado, sino de LUCHAR POR UN NUEVO ROSTRO DE LA IGLESIA- objetivo central del Concilio Vaticano I_.  Queremos rescatar una fe y una comunidad de creyentes de una de sus grandes fallas: el clericalismo. Así lo entienden tantos creyentes como lo expresan muchos laicos, todos creyentes, normales, sencillos. Su crítica afirmativa a sino una ayuda íntima para tantos sacerdotes que gracias a Dios, viven  ya con una vida sana, con una identidad menos definida, con una fe más normal de la vida y en sentir esa vida  como un encuentro con Dios.

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