FEB 2012 NUEVA VIDA

U N JOVEN SACERDOTE MEXICANO, MIEMBRO DE MINISTRARE, LLENO  DE VIDA NOS ENTERNECE CON SU HERMOSO RELATO TAN EMOTIVO,  LLENO DE ALEGRÍA, DONDE NOS NARRA LOS MÁS FELICES MOMENTOS DE SU VIDA.

SER INSTRUMENTOS DE LA MISERICORDIA DE DIOS

                                                RICARDO GARCÍA

Qué gran alegría viví el mes de febrero del 2005 cuando en mi pueblo todo se preparaba para mi ordenación sacerdotal. Todo estaba listo. El obispo y todo un conjunto de sacerdotes, más de treinta, que esperábamos la indicación para iniciar la procesión y así comenzar la Eucaristía, donde yo sería ordenado sacerdote para siempre. Fue un día espectacular esperado tras ocho años de formación. Tres años de filosofía, mi año de noviciado, una experiencia increíble; y mis cuatro años de teología. Una formación tradicional, donde como religioso, me enseñaban el arte de vivir en comunidad. Toda una gran experiencia que me trae enormes y gratos recuerdos. Era aprender a vivir en comunidad y en la comunidad hacer desbordar todo el amor que nuestro Padre Dios me estaba regalando.

Y era precisamente en esa etapa de formación donde mi corazón sentía muchos deseos de amar. Un corazón que había puesto una pausa, ya que para poder entrar al seminario tenía que dejar mi amor terrenal, mi amor por una mujer. Qué cosas de la vida, dejar de amar a una mujer, para aprender a amar en comunidad, amar a Dios en mis hermanos. Y después amar a Dios en la gente que con mucho cariño me recibía cuando hacía mis pininos en el apostolado. Muchas experiencias gratas de trabajo, pero mi corazón seguía sintiendo que faltaba algo más.

Creo que puedo denominar mi sacerdocio como algo espectacular. Ejercí el ministerio por cinco años, y han sido cinco años increíbles. Desde mi punto de vista, y dejando a un lado la vanidad, puedo decir que no fui y no soy un sacerdote común y corriente. Causaba un poco de escándalo que era un sacerdote de mezclilla, playera y tenis. Un sacerdote que en las homilías hacía participar a la gente escuchando lo que Dios les había dicho en las lecturas.

Un sacerdote que no regañaba al confesar. Un sacerdote que a mitad de la Eucaristía tomaba una guitarra y ponía a bailar a toda la gente. Muchas personas aceptaban ese tipo de sacerdocio con gran alegría, pero otras tantas no lo aceptaban, entre ellos mis superiores. Se comentaba que era un sacerdote demasiado alegre. Lo que si, y desde mi punto de vista, soy un sacerdote que no se dejó encasillar en el esquema tradicional. Soy yo mismo y como yo mismo viví y vivo mi sacerdocio.

Y ese sacerdote loco permitió a su corazón amar. Por más que buscaba sólo amar a la comunidad, me hacía falta algo más. Y mi Padre Dios puso en mi camino una mujer extraordinaria. Una mujer con mucho carácter, pero a la vez con un corazón enorme. Una mujer que lucha, una mujer tierna. Una mujer inteligente. Y comenzó la aventura de descubrir el amor de Dios en ella. Y la verdad ha sido algo sublime.

El gran escándalo estaba a la puerta. Qué difícil decisión, seguir con mi ministerio que me apasionaba mucho o decidir compartir la vida con ella. Muchos momentos de oración, muchos momentos de reflexión, mucho acompañamiento de hermanos sacerdotes. Algunos me decían que me faltaba vida de oración, que por eso tenía la tentación. Y yo pensaba: “¿cómo es posible que el amor sea una tentación?”. Pero en realidad mi vida de oración nunca fue flaca. Nunca disminuyó mi fervor hacia el ministerio, lo que me pasaba es que sentía mucha más fuerza para dar testimonio del amor que mi Padre me regalaba, gracias al amor de ella. Y por fin, contra todo, decidí no vivir dos vidas. Decidí dejar el ministerio y optar por el amor a una mujer. Yo le dije a mi compañera: “Dejo el ministerio no porque no me guste, lo dejo porque quiero amarte y no jugar contigo”.

He estado casi año y medio fuera del ministerio y la vida es un reto constante. Las decisiones que he tomado han tenido consecuencias, una de ellas y que me ha dolido, es que me familia no aceptó mi decisión y ahora soy el hijo- el hermano que no pudo, que no la hizo. Pero por otro lado vivir en pareja es una gran bendición, con retos constantes. Y el ser papá es sublime, mi hija con 25 días de nacida es una gran bendición. Es el regalo más maravilloso que nuestro Padre nos puede dar. Ahora somos tres los que caminamos por la vida, buscando aprender uno de cada uno. Buscando vivir con mucha intensidad para poder dar testimonio de ese gran regalo que se llama Amor, y ese Amor es nuestro Padre Dios.