lunes, 17 de septiembre de 2012

JUN 2012 (4) TEÓLOGO HANS KÜNG

Teólogo Hans Küng

E
  ste artículo es parte de una carta  pública que el Teólogo suizo Hans Küng ha enviado a todos los Obispos Católicos del mundo.
Hans Küng, muestra aquí su tristeza pero sobre todo es un rasgo más de su inquebrantable y valiente lucha por la realización del Concilio Vaticano II,  “una renovación  genuina de nuestra Iglesia”.
Siendo un joven y gran teólogo fue, junto con su compañero Joseph Ratzinger  de los  participantes en ese singular y grandioso evento. Hans Küng nunca cambió de ideología, en tanto que Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), después, se alineó a los conservadores y hoy es nuestro Papa Benedicto XVI.


“UNA NOTICIA IMPACTANTE”

El teólogo Hans Küng dice que no hay nada que celebrar con motivo del 50 aniversario del Concilio Vaticano II y declina invitación de católicos alemanes.

Joaquín Rábago


El famoso teólogo Hans Küng ha declinado la invitación que le había hecho el Comité Central de los Católicos alemanes para asistir a una gala de celebración en Mannheim del cincuentenario del renovador concilio Vaticano II. Y ello a pesar de que, como él mismo ha explicado, habría sido en esa reunión el único de los teólogos activos que participaron en aquel concilio. El otro teólogo todavía activo es precisamente el alemán Joseph Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI.

Küng ha hecho pública una carta en la que explica los motivos de su no asistencia a un acto que, más que una celebración, dice que debería ser una misa funeral.

El teólogo suizo acusa en ella al Papa de rechazar “cualquier reforma estructural” de la Iglesia y oponerse al entendimiento ecuménico, como demostró, dice, en su viaje a Alemania el año pasado, y de ser la causa principal de que “en todo el mundo muchos católicos sientan gran pesadumbre por el modo en que ha evolucionado la Iglesia católica en los treinta últimos años” y de que “muchos de ellos le hayan vuelto la espalda”.

“Este Papa osa incluso oponerse reiteradamente a lo decidido en el Concilio Ecuménico, que es, de acuerdo con el derecho eclesiástico, la máxima autoridad de la Iglesia”, escribe Küng, quien acusa al Pontífice de poner en peligro la unidad de la Iglesia por admitir sin precondiciones a los obispos “ilegalmente ordenados” de la ultraconservadora Hermandad de San Pío X, “aunque rechazan puntos fundamentales del Concilio”.

“¿Y qué hay de los obispos, que, según aquel concilio, deben tener una relación colegial con el Papa? Tal vez se sientan frustrados, pero todos transigen de hecho. En cualquier caso no hay apenas uno de los en torno a 5.000 dignatarios que se atreva a encararse al sucesor de Pedro como hizo en su día Pablo con Pedro porque éste no estaba actuando conforme a la verdad del Evangelio, como se dice en la epístola a los gálatas”.

El teólogo se pregunta por los motivos de “tanta conformidad” y cree haberlos encontrado. Son sobre todo un “método de selección perfeccionado”, la prestación de juramento de cada obispo al “líder espiritual” en Roma y “la continua supervisión de los obispos por parte de nuncios y denunciantes”. Gracias a todo ello “unos gremios que en tiempos del Concilio se prestaban a tan vivas discusiones se han convertido en un aparato dócil”.

Y, continúa el suizo, éste “recuerda por su estructura de poder a los mandos de los sistemas totalitarios y dictatoriales, en los que nadie se atreve a expresar una opinión discrepante”.
Tras sus durísimas críticas, Küng elogia la “valiente” iniciativa iniciada por un grupo de párrocos austríacos bajo el lema de Llamamiento a la desobediencia, que sólo expresa lo que “muchos párrocos llevan a la práctica diariamente”. Esa iniciativa, dice el famoso teólogo, deja claro que “no se debe obediencia a los obispos si éstos a su vez han desobedecido exigencias básicas del Evangelio o cuando anteponen las leyes de la Iglesia al bien de la comunidad y de los pastores de almas.”.

“De acuerdo con Pedro, se debe mayor obediencia a Dios que a los hombres. Pero el actual sucesor de Pedro confunde la obediencia a Dios con la obediencia a él mismo”, concluye la carta del teólogo rebelde Hans Küng.

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